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Desde hace muchos años Jos de Vries The Retail Company es una conocida organización en el negocio minorista. Nos especializamos en analizar, diseñar y realizar conceptos de tiendas por toda Europa.
por Irina Bolotova, consultora de estrategia minorista de Jos De Vries the Retail Company en Rusia.
Permítanme que les cuente una historia sobre el comercio minorista ruso: uno de los mercados en más rápido desarrollo y más interesantes actualmente. ¿Saben algo sobre comercio minorista soviético? Yo sí, lo recuerdo muy bien. ¡Imposible olvidar cuando no había absolutamente nada en las tiendas! Ni pan, ni leche, ni carne... La gente tenía que guardar cola durante horas para comprar alimentos. Quizá eran afortunados y ese día había bastante comida para la familia. O puede que no.
En aquella época, ser el vendedor de una tienda o el director de un almacén era un puesto muy codiciado: conllevaba tener libre acceso a muchos productos. La gente estaba dispuesta a pagar de más o sobornarte para disponer de determinados productos o ropa que necesitaran. Esta situación vino provocada por el deterioro de la producción y la política de distribución, desatando una crisis total del sistema soviético. La Unión Soviética naufragó estrepitosamente en 1991. Nadie podía imaginarse cómo se desarrollaría en el futuro.
Locos años 90
La apertura de las fronteras rusas fue seguida de una riada de productos. La mayoría de la población podía probar productos del extranjero por primera vez en sus vidas. Pese a la elevada inflación y los recursos muy reducidos de la mayoría, todo el mundo quería comprar y probar los nuevos productos del extranjero. Coca-Cola, Snickers, chicle – ¡todo era tan nuevo y atractivo para nosotros!
Todo el mundo intentaba ser un empresario. Los que tenían dinero compraron ropa en China o Turquía y la vendieron rápidamente en el mercado. A nadie le importaba la calidad, sólo contaba un precio asequible. Era una época de dinero rápido de alto riesgo, en la que aparecieron la mayoría de las empresas de distribución minorista modernas. A esta época le llamamos los “locos 90”. Hasta que se inauguraron los primeros supermercados en 1996, la mayoría de la población siguió comprando de todo en los mercados callejeros o en pequeños quioscos. No había tecnologías minoristas especiales ni diseños interesantes. Sólo importaban el precio y la variedad.
En la actualidad, Rusia continúa siendo uno de los mercados minoristas más particulares y de mayor desarrollo. En 2006, el volumen oficial de ventas ascendió a 150.000 millones de dólares. Las estadísticas no oficiales sitúan esa cifra más próxima a los 240.000 millones. Los formatos de distribución modernos tienen una cuota de mercado de sólo el 15% del conjunto del mercado minorista, lo que muestra que la competencia entre los establecimientos modernos no es todavía muy intensa. También sugiere que la distribución minorista no está en absoluto consolidada en Rusia. De hecho, en las ciudades rusas no hay cadenas de tiendas, lo que se explica por la enorme distancia que separa los centros urbanos, sometiendo a una onerosa carga a los sistemas de distribución. Con todo, la distribución minorista rusa se desarrolla con gran rapidez, y los comerciantes están estudiando y aprendiendo a crear tiendas que satisfagan los estándares europeos. La calidad de los productos y servicios está ganando una creciente importancia. Las tiendas necesitan contar con un diseño eficiente y una sólida identidad corporativa, además de ofrecer valor añadido en comparación con sus rivales. Está previsto que el mercado minorista ruso será el quinto mayor mercado de alto desarrollo del mundo en 2011. Los formatos de hipermercado también están llamados a desempeñar un papel decisivo, con un aumento de los establecimientos del 40% anual.
Barcelona, 12 de diciembre de 2008.- La Asociación de Fabricantes y distribuidores, AECOC, y la empresa de servicios y soluciones tecnológicas WIPRO Retail han presentado hoy en Barcelona el primer carro de la compra “inteligente”, un asistente para el consumidor que funciona con radiofrecuencia de identificación.
El carro “inteligente” es el resultado de un proyecto de investigación realizado con fondos de la UE y en colaboración con el IESE que permite transformar el proceso de compra en una verdadera experiencia sensorial.
Bajo el nombre de Grocer, el carro va equipado con un lector de radiofrecuencia y una pantalla de plasma, permitiendo al cliente interactuar con el sistema tanto recibiendo como emitiendo información. Entre otras cosas, el cliente puede saber al momento el precio de los productos que
introduce en su carro y conocer el importe global de su compra, recibir información sobre promociones, disponer de sugerencias de recetas y de un listado de ingredientes necesarios para prepararlas o recibir orientación para localizar en la tienda los productos por el camino más rápido.
Además, el carro cuenta con una oferta de entretenimiento que permite al consumidor escuchar música, chatear con otros clientes e incluso navegar por Internet. Una amplia oferta de servicios para revolucionar el proceso de compra que ofrece ventajas tanto al consumidor como a las empresas.
Gracias a Grocer el consumidor puede ahorrar tiempo en sus compras, llevar a cabo una compra personalizada, mejorar su gestión del gasto; todo ello mientras disfruta de un rato agradable en el punto de venta. Por su parte, las empresas pueden también ofrecer mayor información y servicio
personalizado al cliente, optimizar su inventario, llevar a cabo prácticas de marketing más efectivas y fidelizar al consumidor.
El carro inteligente es tan sólo una de las aplicaciones de la RFID (Radiofrecuencia de Identificación); una tecnología de gran potencial no sólo en los puntos de venta sino también en los almacenes de las empresas, hogares, centros sanitarios, aeropuertos etc.
RFID: Entre la tecnología y la magia
Aunque la RFID no es una tecnología nueva -sus orígenes se remontan a la II Guerra Mundial- hasta hace algunos años no existía un estándar mundial que favoreciese su despegue e implantación masiva.
Hoy, sin embargo, más de un centenar de países apuestan ya por un estándar, el EPC -Electronic Product Code- que AECOC promueve y desarrolla en España y que, según los expertos, será el trampolín definitivo para esta tecnología. Bajo el EPC se esconde un código que, introducido en un pequeño chip, permite identificar de manera inequívoca y a distancia cualquier mercancía, artículo, documento etc. Es el relevo generacional del código de barras; un sistema aún más avanzado que puede contener más información que el sistema tradicional y que permite acceder a ella a distancia.
El EPC es una especie de ADN que permite diferenciar dos productos de idénticas características, por ejemplo dos botellas de agua de igual tamaño, marca, propiedades etc.
Aunque parece poco probable que en un corto horizonte temporal esta tecnología esté implantada de forma masiva en nuestras tiendas sí se prevé que podamos disfrutar de ella en forma de aplicaciones en espacios concretos o en determinados establecimientos en los que se desee potenciar la experiencia y el placer de comprar.